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Universitario reflexiona sobre la Revolución Mexicana

Zacatecas, Zac., 20 de noviembre de 2025.

El especialista de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), Rafael Rodríguez Rodríguez, reflexionó sobre la Revolución Mexicana de 1910, considerada uno de los movimientos sociales más importantes de América Latina. Recordó que fue una de las épocas más convulsas y definitorias de nuestra nación, marcada por miles de muertes y una profunda inestabilidad. Sin embargo, subrayó que los ideales de justicia social, tierra y libertad aún resuenan en el corazón de muchos mexicanos.

   El especialista señaló que, a lo largo del devenir histórico, han surgido nuevos revolucionarios, aunque distintos a los de antaño: ya no portan rifles, cananas ni sombreros anchos. Hoy se encuentran en las organizaciones sociales, en los colectivos que exigen justicia en todos los ámbitos, en los defensores de derechos humanos, en los periodistas honestos y en los ciudadanos comunes que alzan la voz para reclamar sus derechos.

   El investigador Rodríguez explicó que el derecho a la revolución puede tener una fundamentación moral, pero no jurídica, pues toda revolución es una desgracia: la crisis de una enfermedad que deja miles de muertos y gran inestabilidad. No obstante, aclaró que la Revolución Mexicana no fue únicamente una lucha armada, sino un torrente de demandas sociales que se plasmaron en la Constitución de 1917, la cual constituye la verdadera herencia del movimiento.

   Entre los objetivos primordiales de la Revolución se encontraban derrocar la dictadura de Porfirio Díaz, hacer efectivo el lema “Sufragio efectivo, no reelección”, crear un gobierno democrático con libertades políticas y sociales, promover la libertad de expresión, reafirmar la educación laica, pública, gratuita y obligatoria como derecho universal, redistribuir la tierra mediante una reforma agraria y combatir los latifundios, garantizar mayor justicia obrera y campesina con mejores derechos laborales, así como nacionalizar los recursos naturales, otorgando al Estado el control sobre el suelo y el subsuelo.

   Respecto a los logros alcanzados, el especialista recordó el derrocamiento de Porfirio Díaz y la promulgación de la Constitución de 1917, que estableció garantías individuales y sociales, además de derechos laborales, libertad de expresión y asociación política.

   También destacó la implementación de la reforma agraria, con límites a la pequeña propiedad: 100 hectáreas de riego, 200 de temporal, 4 de agostadero, 8 de bosques, 150 de algodón y 300 de plátano, caña, café o henequén por individuo. Se establecieron además restricciones a la propiedad ganadera, que no debía exceder de 500 cabezas de ganado mayor o su equivalente en ganado menor por persona, y se reconoció la personalidad jurídica de los núcleos de población ejidal y comunal.

   El universitario reflexionó que, aunque muchos ideales no se cumplieron plenamente, la falta de igualdad sustantiva persiste. Lo que más se anhelaba del movimiento revolucionario era la justicia social, entendida como dar a cada quien según sus necesidades. Por ello, afirmó, hoy vivimos una nueva revolución, una lucha orientada a consolidar y defender los derechos fundamentales.

   Se trata de una revolución distinta: la participación ciudadana que defiende la dignidad mediante mecanismos legales y presión social, sin violencia ni abusos, lejos de la arbitrariedad, la discrecionalidad, el salvajismo o la barbarie. El investigador Rodríguez enfatizó que ninguna persona puede hacer justicia por sí misma ni ejercer violencia para reclamar un derecho. La democracia, concluyó, debe ejercerse en todos los aspectos: no solo en lo electoral, sino también en lo social y económico.

Texto y foto: Brisia Reyes/ Revisión: Pamela Girón.